No recuerdo el año. Volví al cortijo de Maro tras un invierno raro que fui víctima de una cadena de gastroenteritis.
Ello me había mermado y estando en el bar CuevaSol, José el dueño del local y gran amigo, respondió a mi intención de acudir a algún gimnasio en Nerja y me habló de Paco Gallardo.
Llegó otro José, gran amigo y primo de El Tripa con quien trabajaba en el merendero de la playa de Maro, que siempre pasaba a la hora cuando se dirigía o volvía de sus invernaderos en la zona de Tetuán a tomarse las copitas de anís en la barra del CuevaSol, y me dijo que Paco Gallardo era familiar y lo podía encontrar en el campo de fútbol.
Fui para allá y me lo encontré justo donde me dijeron. Yo quería hacer pesas que además era gratis y estaba a la entrada de Nerja, justo llegando desde Maro. Paco Gallardo sin embargo tenía otro proyecto para mí.
En el rato larguísimo que hablamos mientras nos movíamos viendo entrenar a los corredores en el campo de fútbol (entonces no había ni estadio de atletismo), me enseñó el pequeño gimnasio instalado en los bajos de la grada. Y conforme hablaba me dejé convencer para que me entrenará con él.
Fue y sigue siendo mi maestro y mentor. Además congeniamos muy bien. Era un luchador. Un atleta que me llevó en volandas por los carriles de la vega de Nerja mostrándome los recorridos que podía entrenar.
Me enseñó a correr con paciencia y cuando veía que el fondo me gastaba una pasada, me hacía ir al trote para recuperar. Me hablaba de forma filosófica "La fortaleza va por dentro. Por fuera no vale nada."
Y yo capté todas sus palabras y sus explicaciones como no he prestado atención a nadie en el mundo. Porque él sabía hablarme y hacerse entender de forma aparentemente fácil. Y sobre todo fue un grandísimo amigo, por muchos días y muchos meses que estuvimos corriendo juntos en invierno y verano.
En las carreras de campo a través, su señora muy atenta le tenía preparado un yogur que era para él energía de los dioses para su cuerpo y su espíritu. Su señora se lo abría justo cinco minutos antes de la salida y él absorbía el alimento con generosidad.
Enseguida sonaba el disparo para la carrera de veteranos y lo veías subir y bajar el "campo a través" zumbando fuerte, erguido y orgulloso como un dios del Olimpo.
Fuimos durante años a cientos de carreras hasta que yo tomé libertad para buscar por mi cuenta nuevas inquietudes y otros rendimientos.
Siempre me acuerdo pasar por su casa llena de trofeos para irnos a entrenar y quedarme siempre observando una foto suya con la reseña de una carrera que ganó corriendo a 2'57".
Era una foto magnífica donde mostraba el esplendor de ser ante todo un atleta, un competidor entrañable que paseaba su porte por todas las carreras pedestres de ruta y de cross.
Me siento orgulloso de seguir siendo su pupilo y su amigo, de haber campeado juntos los carriles de la Vega de Nerja aprendiendo, corriendo con Paco Gallardo. Siempre en mi corazón ❤️
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